Poco dormido y cansadisimo (llevaba dos días con mínimo sueño) me levanté resuelto a cambiar de alojamiento. Se lo comenté al recepcionista del hostel y me dijo “Mirá que ya esta noche quedas solo”… y de pronto todo tomó color, el hostel antes blanco y negro se pintó de rojos y blancos! Bue niiiiisimo.
Tomé mis cosas y salí para el lado brasilero. Una confidencia: Si, estuve en el Brasil de Lula, aunque sea por una tarde y a dos días de las elecciones brasileras, ja! Entré al complejo elefantiástico. Parece que en Brasil el brutalismo no terminó en los 70. Uno se para en medio de esa plaza con ese edificio gigante en frente y se siente una hormiguita.
El lado brasilero tiene menos recorridos, es más pequeño pero ofrece las vistas más panoramicas de las cataratas. Sinceramente es asombroso, la cantidad de cascadas y de agua que va cayendo en ese cañón verde y bruma.
Volviendo al hostel comencé a redescubrir la sensación de viajante, de persona de paso entre una multitud de viajeros de paso. Confraternizar con otros viajantes, sus pasados, sus porvenires, qué tipo de viaje están haciendo, países, experiencias… Resuelto a cocinar, con un par de cosas sencillas hice unos fideos a la Bolognesa buenísimos. En esa cocina conocí a una familia de primas irlandesas, una chica norteamiercicana sacada de un recital de Suicidal Tendencies y a dos hermanas alemanas con quien luego coincidiriamos el resto de nuestra estadía en Iguazú.
Al día siguiente, bien temprano fuimos con Esther y Sara, las hermanas alemanas, al lado argentino de las cataratas. Amaneció nublado y continuó amenazante y gris el resto de la mañana. Me puse el chip de fotógrafo y me sumergí en el parque. La última vez que lo visité fue hace 15 años y la verdad es que no lo reconocí; el parque fue concecionado y lo han cambiado dramáticamente: Mucha infraestuctura y poca presencia de Parques. En el lado Argentino se experimenta todo aquello que se ve desde medio lejos en el lado brasilero. Estás ahí, arriba y debajo de estas maravillas de agua.
Comencé con el paseo inferior tomandome todo el tiempo del mundo, para mirar, contemplar y fotografiar. Hermoso. Promediando el paseo superior se largó y la amenaza de lluvia se hizo realidad al final. Empapado busqué refugio, y cuando paró me dirigí a la frutilla del postre pero no pude llegar dado que se largó nuevamente y ya estaba demasaido mojado como para continuar. Me crucé con Esther y Sara y decidimos volver al hostel y cenar juntos.
“Ok, cocino yo”, y con una picada y vino para amenizar preparé unos bifes a la criolla entre un grupo de gringas extranjeras que no sabían cocinar.
Preparé unas mollejitas al verdeo y realmente fue muy graciooso verlas comer con asco, sorprenderse inmediatamente y preguntarme luego qué era esa delicia. Descorchamos un buen vino y la cena discurrió con preguntas sobre alemania, su política de reparación histórica del nazismo y las políticas de Angela Merkel.
Hoy es mi último día acá, y afortunadamente amaneció soleado. Salimos nuevamente hacia el Parque y me dirigí derecho a la Garganta del Diablo…. Wow, no hay palabras… es una fuerza que transimte fuerza, inspiración… los gringos tienen una palabra, “awe”, que es como admiración, reverencia. Estuve como una hora extasiado ante la potencia de “eso”…
Pegué la vuelta y me crucé con una Guardaparque, María Laura, que conocía a buena parte de los Guardaparques con los que compartimos nuestros campamentos del sur. Estuvimos charlando como una hora sobre el pasado, presente y futuro (que no es muy copado) de Parques. Me encantó volver a contactarme con esa realidad que fue tan mía cuando era más pibe.
Volví del Parque justo a tiempo para pegarme una ducha y preparar mi equipaje para zarpar hacia Baires. Son las siete de la tarde en la estación terminal de Puerto Iguazú y se abren las puertas del micro de larga distancia.
Hasta pronto!
una cerveza
dos
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